Tengo cientos de caricias que otorgar, que llevo guardando ya desde hace un tiempo y ni siquiera sabía que estaban ahí, muriendose por recorrerte, por sentir el olor de tu piel y las curvas de tu edén.
Quiero arrojarte debajo de las sabanas y bajo un tumulto de pensamientos extraños interconectados sumergirnos en un momento de placer mutuo para después dividirnos y seguir como si nada hubiera pasado y a la semana siguiente cambiar la locación pero no la emoción que sentimos tras ese acto desinteresado pero al mismo tiempo de placer mutuo.
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